Voy a por el pan, a hacer la compra, a firmar documentos al ayuntamiento, a tomar un café... Y como sin el euskera me entiende todo el mundo, lo puedo hacer todo con absoluta normalidad. Menos mal, porque aprender bien euskera sería un esfuerzo sobrehumano e inútil para mí... ¿para qué aprender euskera si todos los habitantes de este pueblo compartimos un mismo idioma? Después del café vengo a trabajar a la secretaría de una empresa. Para empezar a trabajar aquí necesitaba un título de euskera y en un año lo saqué. Como era difícil –e inútil– seguir las conversaciones en euskera y como todos sabíamos español, dejé a un lado lo poco que sabía del euskera. Es decir, me hizo falta el título del idioma para trabajar, pero no el hablarlo; mis clientes me entienden igual y seguramente mejor –hay mucho tecnicismo en mi materia–. Compartimos un idioma... ¿no es doble esfuerzo aprender un segundo? Mucha gente se encarga de decirme que me esfuerce, que debería aprender euskera. Pero... ¿para qué? Todavía no entiendo bien porqué lo debo aprender. No lo necesito... Además, ni tengo hijos ni me gustan los perros”.
Un idioma no es sólo una herramienta de comunicación.